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14 junio 2013

El manantial de la doncella – Ingmar Bergman (1960)




Dios, ¿ves esto?
La muerte de una inocente y mi venganza.
¡Tú lo permitiste!
No lo entiendo.
Aun así, suplico tu perdón.
No conozco otra manera de reconciliarme.
No conozco otra manera de vivir.
Dios, te prometo,
junto al cuerpo de mi única hija,
te prometo que, como penitencia por mis pecados, construiré una iglesia.
La construiré aquí. De cal y piedra. Con mis propias manos.
Monólogo final de Töre.


El manantial de la doncella es una excelente película del director sueco Ingmar Bergman, perteneciente a lo que podríamos calificar de películas de cuestionamiento o preocupación por la religión, Dios, la vida y la muerte; temática recurrente de este realizador. Esta producción fue aclamada por la crítica y recibió diversos reconocimientos internacionales, entre ellos el Óscar a la mejor película extranjera.

Suecia, Baja Edad Media, ambiente rural. Karin (interpretada por la hermosa actriz Birgitta Petterson), es la única hija de un matrimonio muy devoto a los rituales cristianos, y debe llevar unas ofrendas a una iglesia distante de su hogar. La acompaña la criada Ingeri (Gunnel Lindblom). En el camino se separan y Karin continua sola, aunque no por mucho tiempo, pues se topa con unos extraños (tres hermanos, uno de ellos es niño) y luego de compartir su almuerzo con ellos, los hermanos mayores la violan y luego la matan. Ingeri, quien reaparece, observa impávida lo que ocurre y no es capaz de ayudarla; todo lo contrario, deseaba que le ocurriera algo malo a Karin, tal como se lo confesó mucho después al padre de ella, Töre (Max Von Sydow). El resentimiento y la envidia la bloquearon para actuar. Los maleantes continúan camino luego de robarle las ropas y solicitan albergue en la casa de los padres de Karin; ignorantes éstos de quienes son los huéspedes, y aquellos de quienes son sus anfitriones. Durante la cena, el niño muestra señales del trauma que le dio por ser testigo de lo sucedido y es increpado por sus hermanos. Los delincuentes le ofrecen los vestidos en venta a la madre de la muchacha asesinada, y ésta se da cuenta de que son de su hija. Töre, al amanecer, venga la muerte de la hija de manera premeditadamente fría al enterarse de los hechos. Llama la atención la manera impertérrita con la que asume el hecho de que su hija murió en manos de los desalmados a quienes dieron cobijo. Cuando van a buscar el cadáver de su hija, él le pide perdón a Dios por lo que hizo y le ofrece, como compensación (o castigo), edificarle un templo de piedra con sus propias manos en el sitio donde su hija yacía. Al levantar a la joven del suelo, mana agua en el sitio donde estaba su cabeza. La historia se basa en una balada sueca del siglo XIII.




Tal parece que Bergman se pregunta si una venganza bajo las circunstancias contadas es justificable ante Dios. A pesar de que en la Edad Media la Inquisición y las Cruzadas fueron instituciones que se dieron el permiso para matar a los llamados enemigos de la Iglesia o de la fe, la religión –a extremo fundamentalista- a través de su dogma y los mandamientos, más que las leyes mismas, le cercenaban esa posibilidad a los individuos comunes. Es por ello que Töre pide reiteradamente perdón a Dios y le promete compensarlo con un templo hecho en piedra (en la película se menciona, al comienzo, que pocos son de piedra, por ser más costosos, y que la mayoría son de madera, más baratos[1]. Es claro que en el contexto medieval no sería permitido, al menos religiosamente, vengar el asesinato de la hija.

¿Y en el contexto moderno? Modernamente, también la religión, con los mismos medios que hace un milenio, le pone coto a un acto así: el individuo no puede, por violación a las prescripciones religiosas llevar a cabo un asesinato, aunque sea para castigar otro crimen igual. Simplemente es un pecado mortal. Además de la religión, la mayoría de los códigos morales execran el asesinato como castigo. Estos códigos los podemos entender implícitos a los religiosos en el contexto medieval. Finalmente las leyes, que regulan la interacción entre los humanos, castigarían severamente este delito. Pero, ¿qué podría ocurrir en los casos en los que no hay gran ceñimiento al dogma religioso y tampoco existe un sistema judicial que ampare a las víctimas? ¿Qué haría un padre en un caso similar al de Töre bajo las mencionadas circunstancias? ¿Es legítimo que se encargue de ajusticiar a los culpables, aunque ello sea ilegal? La respuesta que daría cualquiera que no está directamente involucrado es muy distinta a la que daría un padre que ha pasado por esa terrible experiencia[2]. Ni Platón, ni Aristóteles, ni Kant, ni ningún otro filósofo aceptaría la venganza, básicamente porque es un comportamiento inmoral e irracional. Pertenece al comportamiento animal. Quizás Nietzsche y el nazi Heidegger lo justificarían para contados casos. Tampoco la Iglesia lo aceptaría, ni la sociedad como un todo. ¿Qué tanto habría que castigar al que castigó a un homicida?

Otros asuntos que emergen de esta cinta, no menos importantes, refieren a la naturaleza del mal y de la justicia, la inocencia sexual, la traición de la confianza en otras personas, el resentimiento entre distintas clases sociales, el cuestionamiento de la fe (específicamente cuando el padre le pregunta a Dios lo mismo que todos le hemos preguntado alguna vez: ¿por qué ha permitido que algo tan horrible haya ocurrido?), entre otros posibles temas que surgirían de un posterior visionado.

El manantial de la doncella no responde a estas preguntas, ni pretende hacerlo. Pero sí las deja en el tapete, con un ingrediente importante (al menos en el contexto medieval): la religiosidad, que lleva a la auto imposición del castigo. Otra extraordinaria película del director existencialista por excelencia, que nos dejó reflexiones profundas sobre los grandes temas del Ser: la vida, la muerte, la existencia de Dios, las relaciones humanas, la moral y los fantasmas internos con los que cada ser humano convive en este “valle de lágrimas”.


Excelente entrevista a Ingmar Bergman
y a su amigo Erland Josephson.


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[1] Este detalle podría llevar a la extraña idea de que la infraestructura religiosa responde más a una compensación a Dios para purgar nuestros pecados que a una necesidad de templos para su adoración.
[2] Recordemos que el contexto referido es que no hay sistema judicial que lo ampare, que ni siquiera se digne en abrir una averiguación, como ocurre en Venezuela (a muchos nos consta que es así), donde la impunidad es un producto tan masivo que podríamos exportarlo. Los antivalores que manejamos actualmente han llegado al abyecto punto de cambiar victimarios por víctimas y viceversa, beneficiando con los llamados “derechos humanos” solamente a los reales victimarios. Una aberración que solo entienden los pocos que no han sido víctimas o dolientes de delitos reales.


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Proyecto El chico

En 2007 realizamos un proyecto en ambiente Web 2.0: traducir la película -en dominio público- El Chico, de Charlie Chaplin (1921), a diversas lenguas. Inicialmente en Google Video se tradujo a 26 lenguas, 4 de ellas por humanos: 3 por colaboradores de Portugal, Francia e Italia, y el autor de este blog. Las demás lenguas se tradujeron vía traductores online, la mayoría a través de Translate Google. Ahora la película está en YouTube, con intertítulos en 12 lenguas. Más información sobre este proyecto en este enlace. Ver la película en YouTube.

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